self-portraiture

(BELOW IN ENGLISH)
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(detalle de "the loss.")

Un día, a los trece años de edad, empecé a fotografiar. Al principio no me lo tomaba en serio, tan sólo era un juego tonto para pasar los ratos muertos, no tenía importancia alguna. Pero tras unos meses trasteando con maquillaje y luz, pronto eso cambió. Yendo 6 años atrás en el tiempo, cuando tomé en mis manos la compacta de mi padre, nunca me hubiera imaginado lo mucho que mi vida iba a cambiar tras el primer click de la cámara.

Siempre he sido la típica chica llena de miedos e inseguridades. Como otros tantos, la etapa de instituto no la recuerdo con mucho cariño, la verdad. Mis compañeros de clase se metían bastante conmigo, especialmente por mi físico, y eso hizo que tuviera la autoestima baja y estuviese muy acomplejada con mi cuerpo durante años.

No fue hasta los 14, medio año después de empezar a fotografiar, que empecé a encerrarme las tardes enteras en mi habitación con las persianas bajadas, totalmente a oscuras y con tan sólo la luz de un flexo para iluminarme. Fue en esa habitación donde empecé a autorretratarme y de donde escribo estas palabras. 
En esa época hacía una sesión todos los días, a veces más de dos y de tres en una tarde. Llegaba de clase y todo el rencor, miedo y dolor del día a día lo plasmaba en las fotos. Y poco a poco, sin tan siquiera darme yo cuenta, todos mis ‘defectos’ físicos se volvieron imprescindibles en mis autorretratos.

Hasta hace bien poco tenía las paletas muy separadas (se han juntado con el tiempo) y tenerlas así hacía que ni quisiera salir sonriendo en las fotos, y en los autorretratos siempre salía con la boca cerrada del complejo que tenía. Un día “me despisté” y en una sesión salí con la boca abierta. Y, buf, me encantó el efecto que daban mis paletas separadas. Y de pronto, gracias a una simple foto, comenzaron a gustame mis dientes. Ésa fotografía se llama “sick.”.

Esto no sólo ocurrió con los dientes, también me pasó con mi frente (que es bastante amplia) y con mis pecas que antes las aborrecía, ¡y ahora querría tener más!

Ahora os quiero contar cuál es el rasgo, antes defecto, que ahora adoro. Mis estrías. 
Sí, estrías, ésa cosa tan antiestética que toda mujer odia. Pues a mí me encantan. Ahora para mí son como tatuajes, marcas naturales -como los lunares, las manchas de nacimiento o las pecas-, que cuentan historias. Y les da a mis autorretratos esa crudeza y sinceridad que siempre busco a la hora de crear. Siento que me traicionaría a mí misma si las borrase con Photoshop, herramienta que utilizo no para embellecerme sino para llevar la realidad a un nivel superior que la fotografía no puede capturar.

Por todo lo que me ha hecho crecer y madurar siempre hablaré del autorretrato como la mejor terapia. Ha hecho que me vaya aceptando tal y como soy y que me quiera cada día un poco más. Y por ello recomiendo encarecidamente a todo el mundo, hombre o mujer, que pruebe a autorretratarse. Nunca se sabe lo que puedes llegar a aprender de ti mismo. A mí me cambió la vida.

------------------- ENGLISH---------------------

("the loss." detail)

One day, when I was 13 years old, I discovered photography. At the beginning I didn’t take it seriously, it was just a dumb game to play when I was bored, it didn’t have a significant role in my life. But after some months of playing with makeup and lighting, that quickly changed. Looking back 6 years ago, when I picked up my dad’s compact camera, I would have never imagined how much my life was going to change after that first camera ‘click’.

I’ve always been that kind of girl filled with insecurities. Like many other, high school stage isn’t something I remember fondly. Schoolmates would bully me especially because of my body and that made me really self-conscious of how I looked, destroying my self-esteem.

At 14, half a year after stating photography, I began locking myself up in my bedroom every afternoon, blinds closed, completely in the dark except a reading lamp to illuminate my face. It was in that room where I began self-portraiture and from where I’m writing these words.
At that time I would do a photoshoot everyday, sometimes more than two or three in an afternoon. I would come from school and I would use all the pain, rancor and fear to create. 
Step by step, without even been noticing it, all my physical ‘faults’ became essential in my self-portraits.

Until very recently I had a huge gap teeth (they’ve come togheter over time) and having it made me not even smile in pictures and in my self-portraits I would always appear with my mouth closed. One day I ‘zoned out’ and in one photoshoot I appeared with my mouth opened. And, wow, I loved the effect the gap teeth gave. Suddenly, thanks to a photo, I began to like my teeth. That photograph is titled “sick.” 

This not only happened with my teeth but also with my forehead (which is really big) and my freckles which I used to hate and not I wish I had more!

I wanted to tell you what’s that feature, which used to be a fault, that I adore now. My stretch marks. Yes, stretch marks, that unaesthetic thing every woman hates. Well, I like them. Right now for me they are like tattoos, natural marks –like moles, birthmarks or freckles-, that tell stories. And they give my self-portraits that rawness and honesty I am always looking for when creating. I feel I would be betraying myself if I erased them with Photohop, a tool I use not to beautify myself but to take reality to the next level that photography can’t capture.

For all the maturity and for how much it has made grow, I will always speak of self-portrait like the best therapy. It was made me accept who I am and love myself every day I little bit more. 
That’s why I strongly recommend everybody, man or woman, to try self-portraiture. You never know what you may learn about yourself. It definitely changed my life.

Complete work, "the loss.": 

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